Besitos como hormigas
8 de diciembre de 2022 Esto va de juguetes y damas hermosísimas. De ilusiones y apariciones. Prepárate, porque voy a contarte una historia. En 1917, Carmen, de ojos negros, perdió a su madre, Mercedes, de ojos azules. Tenía cuatro años cuando vio cómo clavaban el féretro de madera. Ella y su hermano fueron separados y entregados a otros parientes, a aquellos que podían hacerse cargo. O aunque no pudiesen, porque era lo que tocaba. A Carmen le correspondió en suertes su tío materno; a Pedro, de dos años, otro tío en la ciudad. Esto era lo normal en la época, en esos pueblos montañosos de los Andes, la cordillera que atraviesa toda Sudamérica y cuyo extremo norte empieza ahí, justo en el occidente venezolano. En el pueblo donde estaba la casa familiar la chiquilla tenía muchas tareas, una de ellas era la de cuidar a los otros niños, sus primos. Niños más robustos que ella misma, a quienes vestía, dormía, acompañaba y quería. Su único juguete era la escoba, a la que ataba...