Cierra el paraguas para siempre
29 de marzo de 2024 Sales, llueve. Llueve y sales, sin más. Con los pasos lentos en soledad, recuerdas. Y si recuerdas, quieres llorar. Como el recuerdo a veces fluctúa entre la melancolía, la evocación y la rabia, se genera una infeliz argamasa que desborda el adentro. Así ocurre con algunos, no te explicas cómo hay otros que no usan las lágrimas. El asunto es el sitio. Buscas soledad. En casa no puedes, los testigos se inquietan. La ducha es muy breve ante posibles complicaciones: a veces los sollozos son irresistibles, u ocurre el alargamiento de un proceso que, como todo lo que rodea a las emociones, no debería programarse. La almohada te deja sin respiración (a ver, que es un desahogo, no el suicidio). En un parque, la gente… Por increíble que parezca, encuentras el banco perfecto, el metro de césped ideal, el tronco grande que te abraza y aparece el perro, a continuación el dueño, que te mira, te mira y hasta hace un amago por preguntar si estás bien. S...