Convenciéndome, dándome una palmada amable, de eso va esto
23 de febrero de 2023 Hace unos días, contestaba en Twitter que la decisión de dejar una biblioteca es dolorosa. Desde hace tiempo quería hablar de ello, pero la reconvención del tuitero sobre la indolencia de quien las abandona, ese supuesto desinterés, en mi caso no me pareció justo. Al menos para la época en la que partí de aquel hogar. Una biblioteca modesta pero consistente de 2700 ejemplares que venían de un pasado de mis padres, de unos pocos de la infancia, los jurídicos y sus aledaños, los de la carrera de Letras («los importantes») y los del disfrute más libre se convirtió en una mis obsesiones cuando tuve que plantearme dejarlos para emigrar sin demasiada carga. No quería desequilibrar las colecciones; coger de aquí y de allá las sesgaría y pensaba que la unidad enriquece la visión total de una biblioteca que mandé hacer específicamente para quedarme ahí siempre, hasta el fin de los días de los días. Incluso, cuando fuera un fantasma, merod...