La lupa
14 de mayo de 2023 Si tras la muerte de María Kodama se hubiera descubierto que murió sin testar, la humanidad habría quedado perdida. La viuda de hace unos días o la difunta de hoy lo entendió claramente desde el principio. Así que dispuso lo necesario para no hacer nada al respecto. Podía haberlo previsto décadas atrás, hace media centuria quizá, pero tomó la decisión desde que él quiso quedarse en Ginebra. Si el cuerpo estaba en una ciudad que amaba, una ciudad que lo mostraba libre, ¿por qué debía amordazar la obra? El legado más inalcanzable, las palabras que significaban y las que no, tan expuestas, interpretadas y vulneradas en pensamientos tuiteros que las equilibraban con mensajes de autoayuda de tarjetas Hallmark que a él hacían reír y llorar, y de las que fue nombrada heredera universal, custodia permanente, se quedarían a expensas de las mejores y peores decisiones. De ella, de ella no era nada. Sin duda: la humanidad estaría perdida. ...