Lo que no está
La barandilla de la escalera y unos tablones del pasillo indican que los pasos subsisten, hay huellas de calzado, de un trajín lento y espacioso.
Vas a las habitaciones, vuelve a sorprenderte que en el salón estén dos camas donde duermen María y Manuela. Como María es invidente, lo tiene todo más cerca y a su hermana para ayudarla cada día.
También ahí está el comedor de los invitados. Cuando hay fiesta, esas camas lucen las mantas bordadas con tigres y osos que el sobrino, el hijo de Ramón, trajo de África cuando hizo el servicio militar.
El comedor vibra esos días. María sonríe mientras Lela y su cuñada y quizás alguna otra vecina del pueblo se afanan entre la cocina y la estancia para que no falte detalle. La comida viene del horno de leña: hay olores, colores, disfrute y risas grandes, porque Jesús, el cazador, cuenta chistes y es gracioso.
Todos hablan de ellos como los tíos solteros. Pepe, el mayor, vivió en Cuba. Y hubo una hija y algún secreto.
No me ha dado tiempo de hablar con él.
Entras a la casa de tus tíos. Te deslumbra la luz aun invernal que penetra por la ventana del salón. Vas con cuidado, no sea que esas tablas del suelo flaqueen: no hay densidad.
Los saludas. Pronuncias sus nombres; esperas que te escuchen.
Los cabeceros de las camas de castaño, apolillados, claman por un rescate. Llueve, y el cristal roto deja ver como las gotas bañan las tejas de la casa adjunta devolviéndolas con musgo y pequeñas plantas cuyas hojas diminutas, verdísimas o coloradas, se llevan los vacíos de esta hora.
Percibo un ronroneo débil que se enreda en las piernas. Ella era buena escuchando, como la tía Lela, que la llamaba su miquiña .
Voy a la cocina y creo que nos observo, calentándonos también en el verano, aunque no recuerdo del todo.
El polvo está asentado. Las huellas son de quienes reparan, pero también de los que asen algún recuerdo, lo persiguen y esperan señales. El sobrino ha superado la edad de los tíos y siente, se acerca a lo que dejó.
Nadie contesta hoy.
¿Quiénes nos esperan? Ellos no y, sin embargo, queremos que nos lo digan: «Aquí estoy. Ven... Vuelve.»
Hago una foto... En ella está lo que no está.
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